
Esto de las falsificaciones es un verdadero problema. Cierto día, un corredor de obras de arte se acercó a Picasso para mostrarle un lienzo que ofrecieron, afirmando que era un original del mismo pintor. Al ver la pintura, Picasso simplemente dijo: “Es falso”. El corredor reclamó la mentira a quien le ofreció la pintura; sin embargo, le volvieron a asegurar que era genuino. Ciertamente la obra era estupenda y parecía realmente un Picasso, así que ante las dudas (se sabía del temperamento y de los despistes del artista) tomó un par de picassos (certificados) que tenía en su galería y los llevó con Picasso para que testimoniara su autenticidad. Al verlos, Pablo P., sin dudar un segundo dijo, “son una copia”. ¡Háganme el favor!