
El 9 de abril de 1984, poco antes de la medianoche, la tripulación del vuelo 36 de Japan Airlines vio algo sumamente extraño, unos 320 kilómetros al este de Japón: una nube con forma de hongo atómico. El comandante de la aeronave, Charles H. Mc. Dade, ordenó a su tripulación ponerse las máscaras de oxígeno y lanzar un mensaje de alerta. Inútil, porque nada sucedió
La revista Nature quiso explicar lo sucedido, un meteorito había golpeado a la nube y se desintegró al instante, produciendo múltiples fragmentos que evaporaron las partículas de la nube provocando una corriente ascendente de aire que hizo parecer una explosión termonuclear.
Científicos como el Dr. Daniel A. Walker, del Instituto de Geofísica de Honolulú, negaron la espcliación, como suele suceder en estos casos: el meteorito no pudo formar el hongo ni lograr la enorme velocidad de ascensión de 750 kilómetros por hora.
No se sabe qué causó el fenómeno, pero sí lo que no fue: en aquel día no hubo explosiones nucleares en el Pacífico, ni se detectó ninguna señal de radioactividad.
La revista Nature quiso explicar lo sucedido, un meteorito había golpeado a la nube y se desintegró al instante, produciendo múltiples fragmentos que evaporaron las partículas de la nube provocando una corriente ascendente de aire que hizo parecer una explosión termonuclear.
Científicos como el Dr. Daniel A. Walker, del Instituto de Geofísica de Honolulú, negaron la espcliación, como suele suceder en estos casos: el meteorito no pudo formar el hongo ni lograr la enorme velocidad de ascensión de 750 kilómetros por hora.
No se sabe qué causó el fenómeno, pero sí lo que no fue: en aquel día no hubo explosiones nucleares en el Pacífico, ni se detectó ninguna señal de radioactividad.
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